Una instalación solar puede tener dos variantes: aislada o conectada a la red. El objetivo de ambas es similar, abastecer de electricidad producida por energía solar, pero difieren tanto en instalación como en método de uso de dicha electricidad.
Instalaciones fotovoltaicas aisladas o autónomas
Este sistema se utiliza cuando no hay acceso a la red eléctrica o se quiere prescindir totalmente de ella. Para ello será necesario el uso de baterías solares que nos permitan almacenar toda la energía generada para usarla en los momentos que no hay producción de electricidad por falta de sol.
Para este tipo de instalaciones hay que tener muy en cuenta la cantidad de potencia diaria que vamos a consumir. De ello dependerá el número de paneles solares y baterías que habrá que instalar. Al ser un sistema aislado no hay opción de recurrir a la red en caso necesario, por lo que hay que asegurarse que se produzca y se acumule lo suficiente para nuestro consumo. Es importante también el tipo de batería que almacenará la electricidad, siendo siempre recomendables que sean de alto rendimiento para incrementar la eficiencia y la potencia de la instalación. Finalmente, será necesario un regulador solar, y un inversor si necesitamos corriente alterna.
Instalaciones fotovoltaicas conectadas a la red eléctrica
Las instalaciones conectadas a la red suelen usarse para la venta de energía a red o para reducir la dependencia de la red eléctrica en todo lo posible. De la misma manera que ocurre en la instalación aislada, debemos hacer un estudio de la potencia diaria necesaria y decidir qué tipo de instalación realizaremos.
Al igual que en las instalaciones aisladas podremos optar por colocar baterías para los momentos que no hay sol, pero no será imprescindible pues podemos optar por usar la red eléctrica. Igualmente, siempre es recomendable el uso de baterías, para no perder la energía que generan los paneles solares en los momentos que no se está usando dicha electricidad.